miércoles, 10 de agosto de 2011

Los sueños, esa inagotable fuente de inspiración

Antes de que se me olvide:

Recuerdo que hojeaba un libro viejo en mi libreria, eran las 4:30 de la tarde en el barrio viejo, alguno de Paris, otoño para se exactos. Me impresionaba como se esmeraba la gente de antaño en la calidad de impresion y encuadernación, el uso algo exagerado de bordes garantizaba que el implacable paso de los años y el uso constante mantuvieran el desgaste de las hojas lejos del contenido, la valiosa información que sirve como motor de esta increible máquina del tiempo llamada libro (que no usa más energia que la de su fabricación y la de la creacion de sus materias primas) hace que me maraville de nuevo como siempre lo hago, como niño que se fascina una y otra vez con la difraccion de la luz en los limpios ventanales de un banco a las 5 de la tarde o el vuelo de una semilla de diente de leon.

Recuerdo que mi reflexión se vio interrumpida por la súbita entrada de una ráfaga de viento por la puerta abierta de la librería, simpre me gusta dejar la puerta abierta tratando tercamente de seguir la tradición de los antiguos cuando confiaban en la gente, preferia abrigarme bien, así podría dar un paseo por la calle y no dejar entumir mis octogenarios huesos que muchas veces agradecen los avances de la ciencia buena, la de los científicos honestos y buenos seres humanos. Por alguna razón me levante a observar por la vitrina hacia la calle, la intuición siempre acierta y me saco del sillon por una poderosa razón.

Eran ellos.

Mi gran temor de hacía años se había cumplido, los uniformados del gobierno mundial llegaron personalmente y recorrian las calles en busca de cualquier cosa que estuviera por fuera o en contra de sus lineamientos. El aplastante totalitarismo no se escondía más en censura blanca. El vehículo de antimotines se movia lentamente mientras el oficial con su uniforme mezcla de traje corporativo y castrense salía de otra tienda media cuadra hacía el fondo. Caminaba orgulloso, perfectamente afeitado y con el pelo muy corto, con un maletin y su kepis en la otra mano sonreía a la gente sedado de poder y sintiendose el mismo el dueño del gobierno mundial.

A pesar de saber hacía meses sobre la llegada de la "comisión reguladora" del gobierno mundial me sentí angustiado, mi edad y mi salud no me permitían saltar agilmente de un lado a otro llenandome de indignación. Por eso verifique con la vista los escondites y revise de nuevo los cestos de basura de la puerta trasera, las portadas falsas de los libros, los burladores de escaneo. Todo listo. No me iba a pasar lo de Alejandria (guradando proporciones). Empezaría la nueva batalla espiritual y esta pelea sería en mi territorio, en mis términos y en mi lenguaje.

El oficial se detuvo metódicamente, hablo por su intercomunicador, respiro profundamente como si su trabajo fuera un gran sacrificio y se dirigio a mi puerta. su cuerpo se dirigio al marco para timbrar pero, al constatar que la puerta estaba abierta y que el sillon donde me encontraba solo estaba a unos metros de la misma, sintió incomodidad y su cuerpo y su andar perdio armonia, su rostro apacible dejo escapar incomodidad por una fracción de segundo.

Simulo de nuevo frialdad, entro por la puerta. Yo sabía que estaba incomodo, esperaba resistencia para poder demostrar su poder, pero encontró total libertad y amabilidad. Lo salude primero

-Buenas tardes, ¿que desea?

No iba a recibirlo dicéndole que sabía a que venía, había que dejarle algo de control o por lo menos que mantuviera esa sensación.

-Buenas tardes señor, no deseo nada. Vengo en nombre del gobierno mundial supervisando que no haya ninguna publicación o emisión terrorista que vaya en contra de los sagrados y absolutos principios que rigen nuestra sociedad. espero su cooperación.

Giro la cabeza y recorrió el lugar con la mirada.

-Especialmente en un lugar como este, usted entenderá que es muy importante la salud mental y la cooperación de la comunidad.

Le deje hacer, seguro de que no haría nada agresivo.

-Siga, puede revisar, le digo que personalmente no puedo mostrarle el lugar ya que soy viejo.
- Comprendo, no se preocupe.

En ese instante ingresaron dos hombres y una mujer que esperaban la señal. Inmediatamente revisaron cada rincón del lugar con guantes de latex. Lo hacían bruscamente pero dejaban todo de nuevo en su sitio.

-¿Me permite revisar su chip? Me dijo mientras iba tomandome del brazo derecho, no tuve tiempo de decirle que si.

Paso un lector por mi mano derecha, ya estaba acostumbrado a ese escaneo y sabía que mi falso chip burlaba todos los sistemas de rastreo, no conté con algo...

-Su chip no registra actividad alguna señor...
-Reinard.
-¿Exacto señor Reinard. A que se debe la falta de uso de su chip?
-No me muevo de mi tienda nunca señor...
-Franchaud... Veo señor Reinard y ¿que hace aquí todos los días?, no veo televisores, ni consolas ni reporductores de trideo...
- Me conformo con leer señor Franchaud, soy hombre poco exigente.
- No quise sugerir que la lectura sea un habito poco elevado, todo lo contrario, de hecho la inspeccion debe ser mucho más minuciosa pues la capacidad de comunicación de los libros y publicaciones siempre ha sido grande y no queremos que se filtre ningún mensaje erroneo.
(Subestime a Franchaud... Igual no creo que yo sea el único astuto o que pretendiera serlo).

Continua en una entrada más, por mucho.